Hacia un currículum orgánico para la Educación Normal.

Por: Dr. LUIS PALACIOS ORTEGA La educación normal ha sido transformada los últimos 20 años por la lógica de la economía neoliberal. Una educación ...
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Por: Dr. LUIS PALACIOS ORTEGA

La educación normal ha sido transformada los últimos 20 años por la lógica de la economía neoliberal. Una educación humanista e integradora de distintos saberes ha dado paso a un adiestramiento profesionalizante con contenidos cada vez más homogéneos. Una educación que hoy tiene como nuevos referentes la productividad y la competitividad y no las capacidades de los jóvenes. La formación normalista se asemeja cada vez más a un proceso industrial en serie, en la que la biodiversidad y la diversidad cultural de nuestro país tienen cada vez menos peso e importancia. Se adiestran así a los llamados “recursos humanos” para convertirlos en trabajadores productivos, aunque desprovistos  de una visión crítica del mundo.

¿Qué es lo que actualmente se tiene en el mapa curricular normalista o cuál es el problema? Un gran número de materias que se imparten a lo largo de la carrera, separadas unas de otras. Cada una de ellas representa un conjunto de exigencias, competencias específicas, ejercicios y evaluaciones muy particulares. Las quejas de los estudiantes no sólo representan una reacción a una exagerada carga de trabajo, sino que apuntan hacia algo más profundo: demasiada información y esfuerzo y pocos conocimientos significativos, una cabeza llena de contenidos acumulados, pero sin disponer de algún principio de organización que les dé sentido. En esto, podemos advertir varios problemas: 1) un alejamiento entre los contenidos que tiende a preservar la visión disciplinaria de la realidad; 2) el distanciamiento entre materias que podrían ser parte de un mismo núcleo con mayor coherencia (por ejemplo, ciencias naturales–geografía); 3) el tratamiento de las matemáticas desvinculadas de materias de las que podría beneficiarse y adquirir una dimensión práctica (sin detrimento del razonamiento abstracto); 4) contenidos como el de las TIC en la educación que podrían ser tratados de manera transversal, mostrando en la práctica la diversidad de usos en los procesos sustantivos (enseñanza-aprendizaje, investigación) y adjetivos (gestión, administración); 5) los cursos de inglés ocupan más espacio que la formación ética y ciudadana y la enseñanza de la geografía juntas. Se podría pensar en materias que se conviertan en campos de saberes menos abstractos y vinculados al estudio e intervención en la realidad natural y social en los ámbitos locales y regionales.

La educación normal está más preocupada por justificar y asegurar su supervivencia y estabilidad, dejando de lado responder a las necesidades de los alumnos y de la sociedad contemporánea. Ha permanecido inmóvil, sin actuar ante la profesionalización de la docencia a través de la formación o training instrumentalista, sin buscar enfoques y conocimientos alternativos que rescaten la educación humanista e integradora de distintos saberes. En cambio, promueve un enfoque basado en recetas prácticas y comportamentales para conducir un grupo. La formación para la docencia ha sido conceptualizada e interpretada en términos exclusivamente del hacer, esto es, desde el punto de vista instrumental y técnico, enfoque que se mantiene vigente desde la última mitad del siglo pasado hasta el día de hoy.

La propuesta es transitar hacia un CURRÍCULUM ORGÁNICO. Orgánico tiene que ver con su carácter sistémico; que acondiciona para la vida; que tiene que ver con los ciclos del carbono; que se transforma con el entorno; que es “biodegradable”; que es unitario y diverso a la vez,  que sucede de manera natural y espontánea, que la formasen que las cosas se desenvuelven no pueden ser predeterminadas y que se aleja de todo proceso industrial mecánico, repetitivo y estandarizado.  Está vinculando con aprendizajes del ámbito local/regional, que no es estandarizable y responde a especificidades de la diversidad cultural y natural del territorio.

Lo que aquí se propone es una vía de transición entre lo que existe y se tiene y lo nuevo y que es posible. ¿Qué es lo que cambia? Una respuesta sintética, pero cierta, sería todo, pero no ayuda mucho para la comprensión de la magnitud del cambio. La educación convencional constituye un proceso lineal en el que los estudiantes van adquiriendo (a través del curriculum) cada vez más conocimientos hasta llegar a un punto previsto determinado e ideal (idea de meta en una carrera). Es por ello que a la noción de curriculum lineal y estructurado propongo la idea de curriculum orgánico. ¿De qué se trata? Se trata de una educación que se va a ajustando a las respuestas de la realidad, a las nuevas informaciones, a los eventos y las emergencias que van surgiendo durante el cambio. Es un curriculum que se auto-corrige: elimina lo que no le sirve, es superfluo o inefectivo para la práctica; y mejora y perfecciona aquello que sirve a los propósitos de una buena educación. A diferencia del convencional, se nutre, precisamente, del cambio continuo que es impulsado por los acontecimientos que ocurren dentro y fuera del salón de clases.

Ésta visión orgánica rompe con la vieja estructura curricular de la Educación Normal. Se aprende a aprender y se aprende a enseñar por medio de procesos de investigación participativa y descubrimiento que tienen como base el territorio local y regional. Los futuros formadores no sólo desarrollan sus habilidades de indagación y metodológicas, sino que las traducen a experiencias enseñanza-aprendizaje bajo los enfoques cognitivos más recientes. El conocimiento de lo local no excluirá el conocimiento de lo global, de la historia universal, ni de las grandes aportaciones científicas y artísticas de la cultura humana. Los niños aprenderán que el cambio climático, la globalización y la sustentabilidad son procesos que dependen de todo aquello que suceda a escala de lo local/regional. Aprenderán que tienen en sus manos, sin retórica, el poder de influir no sólo en sus mundos sino también en el mundo.

Todo proceso de enseñanza-aprendizaje se lleva a cabo mediante un conjunto de mediaciones. La mediación es el conjunto de recursos simbólicos que utiliza un profesor para enseñar a sus estudiantes acerca de algún fragmento específico de la realidad. En el contexto de un curriculum orgánico se propone la desmediación pedagógica (Guillaumín, 2016b), es decir, un acercamiento entre los objetos de estudio y los sujetos que aprenden. La desmediación consiste básicamente en la eliminación de intermediarios innecesarios que antes fijaban no sólo qué aprender sino también cómo aprender, es decir que determinaban e influían sobre las percepciones e interpretaciones de los fenómenos y problemas de la realidad social y natural. La propuesta es no fragmentar la realidad en conocimientos dispersos y aislados, sino de promover una visión integrada y dinámica del mundo entre los niños y jóvenes.

No se propone una visión ingenua de “salir a ver la realidad”, sino de observarla metódicamente, hacer preguntas sobre ella y buscar respuestas, ejercitando y poniendo en práctica habilidades que integran el cuerpo con la mente, la razón con la emoción y la sensibilidad con la intuición. Podemos decir que el nivel de abstracción se reduce en este proceso educativo. Se les invita a abrir el territorio en el que viven y descubrirlo, a aprender (desde una visión más integradora) conocimientos a los que antes no tenían acceso y que desbordan las fronteras entre las disciplinas. Aquí es donde se articula la educación con la vida cotidiana. La calidad de nuestras vidas depende en gran parte de cómo construimos los lugares donde vivimos, sean grandes ciudades o pequeños pueblos, sin dejar de aprovechar las fuentes de información especializadas (libros, artículos, sitios en Internet). Los estudiantes están en posibilidad de descubrir y aprender de manera participativa, estimulando su curiosidad y capacidad de asombro, al tiempo que perciben la realidad de manera entrelazada, uniendo las cosas que las disciplinas y el currículum moderno han separado.

La educación normalista que aquí se propone tiene como propósito transformar los espacios en lugares y puede constituir un proceso de recuperación del territorio (Guillaumín, 2016a). ¿Recuperarlo de qué? Primero, de nuestra indiferencia y nuestro descuido. Estamos entretenidos con lo que Guy Debord llama “sociedad del espectáculo” que predomina bajo las condiciones actuales de producción: “la vida se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era directamente vivido se ha ido desvaneciendo y ha sido reducido a su representación” (Debord, 2000: 6). Estamos en el mundo de la propaganda, las noticias (y la desinformación), la publicidad, el entretenimiento (donde también cabe la política), la moda y los estilos de vida. Segundo, recuperar el territorio de los intereses que no representan a los de los habitantes. Tercero, recuperar al territorio de nuestras propias acciones que contribuyen a destruirlo y deteriorarlo, lo cual nos conduce a la idea de darnos cuenta o, si se prefiere, crear consciencia.

La educación normalista implica un acercamiento entre los sujetos que aprenden (los estudiantes, el profesor) y los objetos de conocimiento (fenómenos de la realidad) que se encuentran en el entorno. Esto es lo que hemos definido como desmediación de la educación. Tal aproximación es de triple naturaleza: física, cognitiva y afectiva (Guillaumín, 2016b). Las tres formas están íntimamente entretejidas y son inseparables. Desde una nueva perspectiva educativa, significa que estamos en la posibilidad de interactuar, observar, experimentar y registrar los fenómenos de primera mano. Experimentar, observar y desarrollar los sentidos, amplía las habilidades de percepción y de razonamiento en el proceso de reconocer las complejas interacciones en los fenómenos sociales y naturales.

El profesor que egresa de la escuela Normal se ha convertido en un administrador de novedades educativas. Esto hace necesario dedicar unas cuantas líneas para hablar acerca de lo que podríamos llamar consciencia normalista: la enorme importancia que tiene su quehacer en el funcionamiento de todo el sistema educativo de México. Me refiero a reconocer la influencia del profesor normalista tiene un impacto real y significativo en el presente y futuro de la educación del país y, por tanto, en la formación de millones de niños y jóvenes. Para ello es necesario poner en perspectiva el efecto multiplicador y amplificado que tiene la educación normalista.

Complementariamente, es preciso superar la evaluación como una  certificación y legitimación de lo memorizado, “que sólo sirve para engrasar el sistema laboral y para que, una vez que nos hayan dado un puesto de trabajo, tengamos que aprenderlo todo desde cero” (Acaso, 2015: 188). La evaluación que se propone es un proceso de investigación en la que participan tanto los estudiantes como el profesor: reflexionar sobre el proceso de aprendizaje de la comunidad (incluido el profesor), la evaluación se convierte en una experiencia más de aprendizaje que constituye un productivo ejercicio metacognitivo.

A manera de conclusión… A fin de contextualizar la educación y ponerla a la altura de los retos actuales, el curriculum normalista debe dejar de ser concebido de manera convencional: como un camino lineal y predeterminado que busca reproducir un conjunto de comportamientos estandarizados y previstos en un “perfil de egreso”. Propongo un curriculum orgánico que responda a dos complejidades: una, la de la realidad social y ecológica que envuelve a la escuela y cuya comprensión es vital para construir conocimientos significativos. Otra, la de las relaciones entre estudiantes y profesores alrededor de procesos cognitivos. Ambas escalas de complejidad (macro y micro) ponen de relieve la conexión entre los sujetos que aprenden y los objetos de aprendizaje de una manera relacional y dinámica.


REFERENCIAS

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Acaso, M. (2015). Reduvolution. Hacer la revolución en la educación. Barcelona: Editorial Paidós.

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Debord, G. (2000). Society of The Spectacle. Londres: Black and Red.

Guillaumín, A. (2006). “Hacia una pedagogía de la complejidad”. En Miguel A. Santos Rego y Arturo Guillaumín Tostado (eds.) Avances en complejidad y educación: teoría y práctica. Barcelona: Ediciones Octaedro.

Guillaumín, A. (Ed.). (2016a). Contra el desarrollo. Textos universitarios. Xalapa. Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana.

Guillaumín, A. (2016b). “Transformación de los espacios en lugares: hacia una visión integradora de la educación basada en lo local”. Xalapa: artículo no publicado.

Hernández, R. y Guillaumín, A. (2015). La educación basada en lo local. O cómo recuperar nuestros espacios vitales de la economía global. En Arturo Guillaumín Tostado (ed.) Contra el desarrollo. Xalapa: Editorial de la Universidad Veracruzana.

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Morin, E. (1997) El pensamiento complejo como alternativo al paradigma de simplificación. Entrevista realizada por Nelson Vallejo Gómez. Revista Complejidad, Año 1, nº 3, octubre-noviembre de 1997.

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