Evaluación del 1er. Trimestre: ¿una tarea “esclavizante” para los maestros?

Nuevamente el tema de la evaluación sale a relucir en el Sistema Educativo Mexicano (SEM); y no me refiero precisamente a los resultados que arrojaron ...
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Nuevamente el tema de la evaluación sale a relucir en el Sistema Educativo Mexicano (SEM); y no me refiero precisamente a los resultados que arrojaron las evaluaciones de desempeño a las que los profesores fueron “sometidos” en cada una de las entidades federativas del país en días pasados, sino a la evaluación de los aprendizajes de los alumnos de educación básica (del 1er. Trimestre), misma que se deriva del Acuerdo 12/05/2018 (por el que se establecen las normas generales para la evaluación de los aprendizajes esperados, acreditación, regularización, promoción y certificación de los educandos de la educación básica), que emana de la implementación del Modelo Educativo 2017. 

Como sabemos, este Acuerdo eliminó el 696, en el que se consideraba una evaluación bimestral de los aprendizajes de los educandos, pero con la llegada o implementación del Nuevo Modelo Educativo, dichas normas de dejaron atrás con el propósito de que, ahora sí, se reconociera: “… que la evaluación ocupa un lugar protagónico para mejorar los aprendizajes de los estudiantes y la práctica pedagógica de los docentes, especialmente cuando se hace de manera sistemática y articulada con la enseñanza y el aprendizaje” (Acuerdo 12/05/2018). Desde esa perspectiva, “… evaluar promueve reflexiones y mejores comprensiones del aprendizaje al posibilitar que docente, estudiantes y la comunidad escolar, contribuyan activamente a la calidad de la educación” (Acuerdo 12/05/2018).

Y para el logro de tal propósito, se propuso en dicho Acuerdo, el 12/05/2018, realizar una evaluación que considere lo “cualitativo y cuantitativo”, en la que se describan los logros y dificultades de los alumnos a la vez que se asigne una calificación, considerando para tal efecto, la observación y el registro de la información por parte del docente, durante el desarrollo de sus actividades, lo cual implica: que dicho profesor tenga que planificar; que los alumnos se den cuenta de lo aprendido; que se tomen en cuenta los procesos de aprendizaje (no sólo los resultados); que se consideren las necesidades específicas de los alumnos y de los contextos en los que se desarrollan; que la información sobre el desempeño de los alumnos se obtenga de distintas fuentes (no sólo de las pruebas); que se fortalezca la colaboración entre los docentes, alumnos, padres de familia o tutores; y, que se actúe oportunamente para evitar el rezago o la deserción escolar (Acuerdo 12/05/2018).

Sí, de todo eso se trata y más. En palabras concretas, claras y precisas, se trata de que el docente sea un todólogo y no un generador de aprendizajes en sus estudiantes a través de la didáctica y la pedagogía.

Cierto es, que la evaluación de los aprendizajes es de suma relevancia en el ámbito educativo y, de manera especial para los docentes, puesto que les permite tener los elementos suficientes y necesarios para la toma de decisiones, no obstante, también es cierto, que cuanto ésta pierde esa esencia para convertirse en un proceso meramente burocrático y administrativo, la cosa no pinta de lo mejor para los involucrados en cada una de las escuelas de educación básica del país. Me explico.

En estos días, buena parte de los directivos de educación básica, fueron convocados por sus respectivas autoridades de las Secretarías de Educación Pública de sus entidades, para que recibieran un Curso-Taller (de un par de horas) cuyo propósito consistía en que éstos aprendieran sobre el llenado del Reporte de Evaluación para el ciclo escolar 2018-2019; para ello, se les pidió llevar consigo la documentación que podrían descargar de la página: http://www.controlescolar.sep.gob.mx/es/controlescolar/Formatos; y de la que, como ustedes saben, se puede obtener el Informe de Calificaciones de todos los grados de educación básica (de preescolar hasta la secundaria), mismo que deberá ser llenado por los profesores con la idea de que emitan el informe, POR ALUMNO, del 1er. Trimestre.

Desde luego que dicha capacitación fue poco fructífera, y esto tiene su razón de ser porque, por un lado, el personal de las Secretarías no se encuentra lo suficientemente capacitado para dar información precisa sobre el reporte a llenar y, por el otro, porque más que éste sea un ejercicio que le permitiría al docente recabar información sobre el proceso de enseñanza y de aprendizaje que vive cotidianamente con sus alumnos, se convierte (con esa “capacitación”) en una indicación y en una fecha de entrega sin que el contenido sea lo suficientemente valorado por la autoridad educativa en turno con la intención de que sea un refuerzo y/o apoyo a las decisiones que en lo sucesivo pudiera tomar el profesor o profesara de educación básica. Vaya, en concreto, se vuelve un simple y llano trámite que no persigue el propósito deseado.

Si usted ya revisó el formato del informe que deberá llenar (espero que así lo haya hecho porque la evaluación está cerca), se dará cuenta que, en éste, efectivamente, se incorporan varios recuadros, en los que se deberá colocar una evaluación (cualitativa, cuantitativa o ambas) pero, además, lo relativo a los ámbitos de autonomía curricular (clubes) y las respectivas recomendaciones y comentarios con relación a las unidades de aprendizaje que se desprenden de los componentes curriculares: formación académica, desarrollo personal y social y autonomía curricular. Desde luego, POR ALUMNO.

¿Hasta cuándo entenderán estos “genios” de la Secretaría de Educación Pública (SEP) que evaluar no es lo mismo que informar? El primero es más complejo, como sabemos, conlleva un ejercicio más profundo en que se ven inmersas diversas aristas, además de las interpretaciones que los docentes puedan realizar al respecto. El segundo, si bien es cierto que se desprende de ese ejercicio evaluativo, también es cierto, que no ha habido ni existido la suficiente capacitación hacia el magisterio (por el derroche de dinero que cometió Nuño y compañía) para que se cuente o se forme a un profesor etnógrafo (por así decirlo), cuya observación y registro, sea uno de los esquemas que domine como parte de su quehacer, además de lo que el proceso de enseñanza y de aprendizaje le implica y significa.

Caray, en este momento, cuando tengo en las manos, alguno de los documentos que las Secretarías de Educación Pública de los estados les hicieron llegar a los directivos para que asistieran a esa capacitación (de dos horas), es que me pregunto: ¿así se logrará la tan prometida y anhelada calidad educativa en México? Ya me imagino lo que los docentes tendrán que dejar de hacer en sus respectivas escuelas y aulas para cumplir con esa orden secretarial porque, de lo contrario, estarán sujetos a una sanción administrativa por pate de sus autoridades inmediatas.

De la forma y los criterios de acreditación y escala de calificaciones, mejor ni hablo por el momento; espero, abordarlo en próximos días. Lo curioso de todo este asunto es que, mientras más burocratizado se vuelve el SEM, más lejos estamos de lograr una verdadera revolución educativa para beneficio de los miles de niños y niñas de México.

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