El Examen Final: ¿Un examen para quién?

“ Un Examen para Todos” El acuerdo 696 que emitió la Secretaría de Educación Pública el 11 de septiembre de 2013 en su artículo 9°, para regular la ...
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“ Un Examen para Todos”

El acuerdo 696 que emitió la Secretaría de Educación Pública el 11 de septiembre de 2013 en su artículo 9°, para regular la evaluación de los aprendizajes en la educación básica plantea para el consejo técnico escolar, de zona y para la propia autoridad educativa local (secretaría de educación u órgano estatal de educación), en ese orden, el reto de elaborar un examen final a través de preguntas abiertas que permita  identificar y valorar los aprendizajes más relevantes que los estudiantes han construido durante el ciclo escolar, en cada una de las asignaturas.

La tarea desde el punto de vista formativo, es relevante e incluso necesaria pues se trata de una oportunidad para explorar las habilidades cognitivas que los estudiantes han desarrollado como producto de asistir día a día a la escuela; sin embargo, darle a este examen la función de “instrumento para cubrir el tiempo que marca el calendario escolar”[1]  me parece una falta de respeto a las y los maestros que aprovechan cada instante para la retroalimentación y  la formación integral de los estudiantes.

Por si fuera poco cada final de curso los docentes y directivos de educación básica atienden “encargos administrativos” por ocurrencia de algunos informáticos y sobre todo por el desastroso y desaseado  manejo de la información que hace la secretaría de educación pública al interior de sus áreas, es recurrente que distintas áreas soliciten a la escuela y a la supervisión escolar la misma información, sólo cambian el formato; a caso quienes redactaron dicho acuerdo secretarial ¿sabrán lo que representa para un maestro el cierre de un ciclo escolar? ¿Qué necesidad había de insinuar que “no hay actividad relevante” en las escuelas en el ocaso del ciclo escolar?

 Bueno, sus razones tendrán quien o quienes indicaron que esto se escribiera en tal acuerdo secretarial, lo que si es evidente es que le dieron más peso a “rellenar la agenda de las escuelas” que  a la implementación de  una estrategia de evaluación con metodología, finalidad formativa y sobre todo útil para la toma de decisiones en todos las ámbitos.

Ante un reto nada sencillo, “elaborar un examen final” surgen varias interrogantes: ¿Cómo saber cuales son los aprendizajes más relevantes para los estudiantes?  ¿Qué criterios utilizar para elegir entre 203 aprendizajes esperados (sexto grado) aquellos que son relevantes? ¿Cómo hacer una selección de aprendizajes sin caer en una “elección” a gusto o basada en una  interpretación personal? ¿Basta con identificar si el aprendizaje le es o le será útil al estudiante para la vida? ¿A caso no será importante seleccionar  aquellos aprendizajes que le serán de utilidad al estudiante para ingresar al grado superior de la educación básica o de nivel medio? ¿Considerar el aprendizaje más significativo para el estudiante no se presta a la subjetividad?

En fín, la secretaría lanzo el anzuelo y en cada estado, región, sector, zona y escuela se llevaron a cabo talleres, reuniones, cursos y actividades diversas.

En este proceso las interpretaciones hicieron su aparición; aparecieron en escena palabras rimbombantes como aprendizajes significativos, habilidades de pensamiento complejo, transversalidad, competencias para la vida, perfil de egreso, y la frase estrella aprendizajes relevantes.

Las tecnologías de la información y la comunicación y las redes sociales cumplieron un papel muy importante, pues a través de ellas fue posible conocer desde orientaciones, teórico metodológicas de gran calado para la elaboración del examen final hasta “examenes finales” ya elaborados que lo único que tendría que hacer el maestro es imprimir.

Sin duda la elaboración del examen final ha servido, sirve y debiera ser útil para hacerle un examen a varios componentes del sistema educativo y de las políticas educativas que se implementan con la promesa de mejorar la calidad de los aprendizajes.

  • Un examen al curriculum. Los programas tienen una carga excesiva de contenidos curriculares y pocos aprendizajes relevantes.
  • Un examen al conocimiento y dominio del plan y programas de estudio del profesorado y las figuras directivas.
  • Un examen a la práctica docente. ¿Qué huella hemos dejado a los estudiantes a partir de nuestra intervención pedagógica?
  • Un examen a los programas de formación y actualización de maestros en servicio. ¿Por qué no impactan en la mejora de los resultados los programas y acciones de formación y actualización?
  •  Un examen a los programas y proyectos que la secretaria de educación implementa y de los cuales no se saben su impacto en el aprendizaje de los estudiantes.

La escuela pública se mira como el recipiente en donde todas las instancias pueden “intervenir”, el problema es que “no llegan para quedarse”, más bien actúan, sacan la foto, se van y publican un rimbombante boletín de prensa y con ello según ellos “ya cumplieron”.

  • Un examen al nivel de compromiso y “capacidad de intervención” de los padres de familia en la educación de sus hijos.

A caso ¿Será el periodo de examen final una oportunidad para “ayudar” a tambor batiente a los hijos en sus tareas y actividades escolares? ¿Los padres de familia están preparados para entender una evaluación de esta naturaleza?

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[1]A fin de garantizar el debido cumplimiento del calendario escolar y de evitar que durante los últimos días de cada ciclo se presenten situaciones de ausentismo, suspensión de clases, inactividad en las escuelas o incluso la realización de actividades distintas a las contenidas en el plan y los programas de estudio.

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