Diez meses de clases a distancia, ¿y no ha cambiado nada?

En días pasados, la sustituta de EMB (el que está que se va, que se va y no se ha ido), la maestra Delfina Gómez, dijo en una reunión, sin titubeo ...
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En días pasados, la sustituta de EMB (el que está que se va, que se va y no se ha ido), la maestra Delfina Gómez, dijo en una reunión, sin titubeo alguno, que al llegar a la SEP no cambiará nada; su antecesor ha hecho todo tan bien, que no será necesario más que ajustar sobre la marcha, sin modificar las bases.

Diez meses de pandemia ¿y no es necesario cambiar nada? ¿Es que no pasa nada? ¿La educación marcha sobre ruedas? ¿Las clases remotas son una fuente inagotable de dicha y felicidad? ¿Tan efectivas que los aprendizajes clave se están logrando, llevándonos a la tan ansiada excelencia, el nuevo nombre que la 4T le dio a la calidad educativa de Nuño y Peña? Solo en Estebanlandia.

En el mundo real sí está pasando ¡y mucho! El inicio de año ha sido difícil, triste, doloroso. Los fallecimientos y contagios se han incrementado escandalosamente. Al momento de escribir estas líneas, las autoridades sanitarias reportan 1803 muertes en las últimas 24 horas, 264 más que el día anterior; 146 mil 174 acumuladas, y un millón 711 mil 283 contagios.

Los números indican que estamos atravesando el peor momento de la pandemia. En la Ciudad de México, los hospitales se encuentran saturados; los medios difunden imágenes de largas filas para llenar tanques de oxígeno en centros de abastecimiento; el miedo arrecia, muchas familias optan por atenderse en casa, recurren a médicos particulares con el alto costo que eso implica. Para colmo, el precio de tanques y concentradores de oxígeno se ha convertido en un lucrativo negocio, campea la mezquindad sin importar el dolor ajeno, ninguna autoridad pone límite ni freno a estos abusos.

El Seguro Social solo concede incapacidades por ocho días; luego de ese tiempo, sin revisión de por medio, radiografías o estudios que les aseguren que han superado el contagio, las personas deben volver al trabajo.

Las pérdidas

El problema de la pandemia es mucho más grande y complejo de lo que las autoridades gubernamentales están dispuestas a reconocer; sus costos y consecuencias se elevan cada día, por más que muchas y muchos pretendan ignorarlos. Hermanos, amigas, compañeros de trabajo, padres, esposas, compadres, hijas, vecinos, novios, tíos, abuelos, todos con cuerpo, cara y nombre que han fallecido. Los rituales de bienvenida o despedida que no se realizaron. Las celebraciones, comidas, graduaciones que se pospusieron hasta nuevo aviso; los planes, los proyectos, viajes y encuentros que no se realizaron. Abrazos, besos, afectos contenidos o constreñidos a una fría pantalla. La orfandad en la que quedaron un número desconocido de niñas y jóvenes. Los sitios vacíos, los teatros cerrados, los festivales pospuestos, los estadios sin público, los negocios familiares quebrados, las deudas, las mudanzas obligadas, los empleos perdidos, los ingresos mermados, los museos cerrados…. La lista es larga y continuará creciendo: violencia intrafamiliar, abuso infantil, feminicidios ( Crece violencia feminicida). Eso que llaman nueva normalidad, no es más que lo mismo, pero peor.

No saldremos indemnes de ésta  pandemia. Y no saldremos porque luego de casi un año, el modo de gestionarla por parte de la 4T, responde a la idea de la pandemia como un evento desafortunado, una contingencia inesperada, una emergencia que pasará, cual tormenta que llegan, arrasa y nos dejan en paz. De ningún modo es así; lo dijimos en Seamos virus , la pandemia es un acontecimiento de larga duración y altísimo impacto, una ruptura del fluir de la vida.

Cada día que pasa, las pérdidas aumentan y se acumulan, pero las respuestas gubernamentales no están a la altura ni responden al tamaño del problema. En contraste,  los-ricos-se-han hecho-mas-ricos-durante-la-pandemia, con todo lo que eso significa; disponer de todo y más para atenderse si se contagian. Las carencias y el sufrimiento que acarrean está reservada a los millones de vidas que no importan y por lo mismo, pueden ser desechadas.

Pero ésta no es una cuestión de pobres y ricos nada más. No falta quien juzgue a sus iguales como débiles, fracasados o carentes de voluntad cuando se atreven a expresar desánimo, enojo, desesperación o tristeza. Están también quienes piensan que la gente enferma o muere porque “le tocaba, tiene mala suerte”, o peor, “se lo merecía por salir de casa y no cuidarse”. ¡Y qué decir de ese segmento de la población que se adscribe a teorías conspiracionistas!, los que aseguran que el virus no existe, es un invento de los chinos, los políticos o las grandes potencias para apoderarse del mundo. No debiera extrañarnos, después de todo los spots oficiales y las declaraciones de las autoridades, constantemente nos machacan que el cuidado de la salud, y en general las desgracias que nos ocurran, son responsabilidad de cada uno.  Este modo de pensar es parte del problema; sin duda amerita un análisis específico que por el momento no podemos realizar aquí.

Y en educación, ¿no pasa nada?

El 11 de enero, primer día de clases después de las vacaciones de invierno, Esteban Moctezuma, el secretario de Educación que hace un mes anunció que se va y no se ha ido, se presentó con AMLO en la mañanera para exponer su propio balance. Apoyándose en unos datos de dudosa construcción, aseguró que, de una encuesta realizada a 300 mil maestras y maestros, el 93% declaró estar a favor de la educación a distancia; 86% califica con 8 a 10 los programas en casa, y un 70% asegura que debe atenderse con igual intensidad los asuntos socioemocionales para alumnos y alumnas (SEP autorizó regreso a clases presenciales y educación mixta en estados con semáforo verde)

Enseguida resumió las prioridades de la SEP: Remediar el abandono de escolar, pues “…maestras y maestros saben perfectamente bien, de su salón de clases, qué alumna o alumno por alguna razón, ya no está siguiendo Aprende en Casa”. Disminuir el rezago educativo. Continuar con la política de rechazo cero a nivel universitario. Vacunar a profesoras y profesores. Mejorar la infraestructura y equipamiento de las escuelas con el programa de la Escuela es Nuestra.

Reconoció que la atención socioemocional es una demanda generalizada, no solamente para niñas y niños, adolescentes y jóvenes, sino también para madres y padres de familia, maestras y maestros, “porque el distanciamiento ha tenido diversos efectos a nivel general en todo el mundo, y obviamente en México”. Sin embargo, no entró en detalles, nada dijo acerca de una red de apoyo, programa o estrategias para concretarlo. ¿Creerá que las aspirinas de la llamada educación socioemocional contempladas en el plan y programas de estudio bastan para solventar la delicada situación?

Reconocer una demanda sin acompañarla con una propuesta de atención específica, no pasa de ser un discurso hueco. Definir el asunto como un efecto del aislamiento, es un modo de banalizarlo, ocultando o desconociendo la multiplicidad de detonantes materiales, estructurales, institucionales que han agudizado la depresión y ansiedad en amplios sectores de la población, preexistentes a la pandemia.

Si en algún ámbito se han dejado sentir crudamente los efectos devastadores de la pandemia, es en el educativo. Hay de todo, como en botica:

  • Los que concluyeron ciclos educativos sin haber pisado la escuela. Es el caso de los preadolescentes de secundaria que ingresaron con el sismo y tomaron clases en aulas provisionales y egresaron de este ciclo con la pandemia en peores circunstancias.
  • El abandono crece y la deserción que la SEP se niega a reconocer, se ha extendido a lo largo y ancho del país, en todos los niveles y modalidades educativas
  • Las desigualdades preexistentes se profundizan, al tiempo que se producen otras nuevas. Es el caso de quienes pueden y no pueden adquirir dispositivos; entre quienes tienen acceso a una conexión potente de internet y quienes buscan conectarse en redes públicas.
  • Niños y niñas pequeñas, cuyo desarrollo requiere de experimentar el movimiento con su cuerpo, pasan enchufados a una pantalla desde temprana edad.
  • Jóvenes que han perdido compañeros, maestras y maestros, no le encuentran sentido a estudiar, “si de todas maneras trabajo no hay”
  • Escuelas con infraestructura precaria y recursos insuficientes, están siendo desvalijadas (El recuento de los robos a las instalaciones escolares tras la pandemia

Estos son solo algunos ejemplos de lo que está ocurriendo a ras del suelo con la educación en este país. Seguro es un recuento incompleto.

  • Las y los maestros no son inmortales

Históricamente, la labor magisterial se ha idealizado, colocando la vocación por delante. En las actuales circunstancias pandémicas, ser maestra o maestro se ha romantizado a grado tal, que a nadie parece molestar que se les exija ir a tocar la puerta de los domicilios de sus alumnos ausentes desde hace meses, que viven en colonias con altos niveles de contagio, contraviniendo las indicaciones de las autoridades sanitarias. O que trabajen desde hace meses sin cobrar un peso, como les sucede a los teachers del Programa Nacional de Inglés (PRONI) o a quienes trabajan en escuelas de tiempo completo.

El todavía secretario, no se cansa de insistir una y otra vez en la “gran labor” que realizan maestras y maestros para que la escuela y el sistema educativo sigan funcionando, sin cambios sustantivos, como antes de la pandemia, ahora a través de las pantallas y la tele.

Pero la realidad cruda y dura es otra; ingenio, valor y compromiso tan cacareados, no alcanzan ni son infinitos; las maestras no son heroínas ni los maestros superhéroes inmortales, no escapan a la finitud de la existencia en estos tiempos pandémicos. Apenas unos meses de iniciado el confinamiento, algunos sindicatos, autoridades locales, directivos y los propios maestros, comenzaron a dar cuenta de noticias fatales. Hoy las redes sociales y los correos institucionales, parecen obituarios; el recuento de maestros fallecidos por Covid no cesa.

27 de julio de 2020: en Tijuana, decenas-de-maestros-han-muerto-por-covid-19-snte

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Como dijo una profesora y recuperamos aquí, “lo más triste es que nos dicen: ayer falleció nuestro compañero, bueno, ni modo, a lo que sigue. ¿Y la empatía dónde queda? ¿El dolor dónde se guarda?”

Lecciones

  1. El regreso a clases ha sido difícil. Crecen las ausencias, pesan los vacíos, duelen los cuerpos, las vidas, las voces que ya no escucharemos, los espacios vacíos, las relaciones interrumpidas o rotas.
  2. La pandemia no es algo que sucede fuera de las escuelas, está dentro de ellas y del sistema educativo. Sus efectos se dejan sentir en las clases a distancia, por más que pretendamos no verlos.
  3. El virus ha destrozado familias, ha truncado proyectos, sueños y planes, nos ha arrancado amigos, compañeros, todos con rostro y cuerpo.  Dar clases en comunidades donde ha entrado el COVID, cala hondo.
  4. La SEP por su parte, pretende que las maestras continúen trabajando exactamente igual o más que antes de la pandemia, aunque en casa se les acumule el trabajo de cuidados que históricamente ha recaído en ellas.
  5. No le interesan las vidas ni LA VIDA, sino cómo resolver los problemas derivados de unos aprendizajes clave no adquiridos. Por eso solo administra la pandemia y sus efectos colaterales, impidiendo reflexionar y actuar sobre ella. Esta disociación cognitiva con la realidad es, por decirlo suavemente, una respuesta política insensible.
  6. Las clases a distancia están cada vez más despobladas; a medida que crece el dolor y desesperanza, hay menos estudiantes presentes.

Pero de la tristeza y la desesperanza se aprende; que el dolor nos sirva para pensar en el engaño de la autosuficiencia y en la negación de la vulnerabilidad de la vida que se erige sobre la base de la desigualdad y la explotación. Es tiempo, necesitamos hacernos las preguntas difíciles y por lo mismo incómodas:

¿Para qué sirve la educación en estos momentos, cuando el sistema civilizatorio y social es un desastre? ¿Cómo procesar, concebir, intervenir y regular todo el dolor, la ignorancia, las pérdidas, las carencias, la precariedad que ha traído consigo la pandemia y que la SEP y la propia 4T se empeña en desconocer, negar o banalizar? ¿Qué educación necesitamos para la pandemia?


Publicado en Insurgencia Magisterial

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