Descontar o participar.

Desde hace más de dos sexenios, las y los docentes de Educación Básica en México realizan un proceso de preparación intensiva durante la semana ...
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Desde hace más de dos sexenios, las y los docentes de Educación Básica en México realizan un proceso de preparación intensiva durante la semana anterior al inicio de clases en el siguiente ciclo escolar. Para este año, dicho proceso –que se ha llamado alternativamente “curso”, “taller”, “capacitación” o todas las anteriores– está ocurriendo esta misma semana para los más de 900 mil maestros y con una guía común para todo el país. O al menos así debiera ser… ¿tendrán Michoacán y Oaxaca sus propios cursos, con sus propias guías, ya que se arrogan la rectoría con la complacencia u omisión de las autoridades estatales y federal?

Pero bueno, el taller es una gran oportunidad para hacer una especie de “calentamiento y estiramiento” antes de entrar de lleno a la carrera de fondo; es reencontrarse con las y los colegas, reconstituir el colectivo docente y contar con las claves para enfrentar la planeación, las solicitudes y expectativas de las autoridades. Ahí se entera uno de las nuevas reglas y formatos, de los cambios e implicaciones del calendario oficial, del enfoque o prioridades que se definieron por la SEP, la secretaría o instituto estatal de educación, por el nivel, el área, la academia y la supervisión.

Se vive de diversas maneras. Hay escuelas y zonas en las cuales el taller es un gran encuentro de la comunidad de práctica, y el equipo de educadores profesionales afina sus miras, decide una estrategia común y calibran el instrumental para salir como equipo de astronautas a las estrellas. Hay en cambio escuelas en las que es una monserga: la larga y gangosa letanía de todas las obligaciones, entregas y ocurrencias que exige la Federación, la “estructura” o el capataz local… hacemos como que leemos, socializamos el disgusto, contamos chistes en las pausas, nos urge que acabe, nos ponemos vivos para aprender la nueva nomenclatura: objetivos o metas o campos de competencias, o aprendizajes clave, o escuela al centro, o nueva escuela mexicana (“¿Te acuerdas? ¿No se llamaba así el proyecto de fase final en la época de Fox?”).

Lo que debe ser cuestionado, con toda energía, es que el equipo de la SEP puso en la guía, como Anexo 3, los contenidos principales de las leyes secundarias. Se aclara que son “anteproyectos” y que el espacio es para que “se facilite la participación en la consulta”. Múltiples atropellos: 1) Ni siquiera la Ley General de Educación (LGE) está dictaminada y menos aprobada, así que no hay tales documentos sobre las leyes de Carrera de los Maestros (LGSCMM) o sobre el Organismo de Mejora Continua (LGSMCE) ni en la página web de la consulta se pueden revisar. ¿La SEP –funcionarios designados por los que nadie votó– se pone a sí misma como colegisladora, o incluso prelegisladora, por encima de los representantes populares del Congreso de la Unión? ¿Es esa la lección de democracia para aprender en este ciclo escolar? 2) El Ejecutivo federal o la coalición mayoritaria no han presentado iniciativas ni de LGSCMM ni de LGSMCE, y así restan al escrutinio público sus intenciones… ¿Se estará acaso preparando el descontón para que entre el 1 y el 11 de septiembre se presenten dos iniciativas de jalón, se cocinen velozmente en un dictamen de microondas y se pasen a aprobación por aplanadora? 3) Muchos contenidos socializados a los maestros contradicen el artículo tercero constitucional. La SEP pierde autoridad para criticar las fotocopias de la CNTE cuando cae también en la práctica de contenido dudoso y no oficial. Revisen la página 34 de la guía: dos veces aparece el término “tripartita” para referirse a los procesos de la carrera docente, la partición o participación o repartición entre sindicato, autoridad estatal y autoridad federal… ¿y la rectoría del Estado que pregona y mandata el artículo tercero? O bien, se señala que la Mejora Continua se regirá por un Sistema, y que su secretario técnico tendrá la máxima autoridad y que será nombrado por el secretario de Educación federal; de nuevo, ¿y la autonomía técnica que estableció el artículo tercero para el organismo? ¿Cómo será independiente de la SEP, cómo esta no será juez y parte si se incrusta un “superdelegado” que pase por encima de la Junta Directiva? ¿Y entonces para qué nos tardamos tanto e hicimos tanto aspaviento para que los miembros de la Junta fuesen examinados y aprobados por la soberanía del Senado, si acabarán de apéndice de un funcionario de segundo nivel de la Secretaría de Educación?

“Descontar” es atacar a traición, golpear con alevosía y ventaja, no dar oportunidad de reacción y resistencia. Descuentas: no cuentas al otro, el otro para ti no cuenta. Así parece conducirse este asunto. Lo que se presenta como participación, como suma de voluntades, como acuerdo nacional, se está moviendo en la forma de descontón: exclusión, resta, imposición. Se juega de nuevo con la expectativa de los maestros, quienes pueden temer o desear la intervención del sindicato en sus nombramientos, pero al subrayarlo se deja ver un sesgo y preferencia, en la que una secretaría de todos los mexicanos le hace el favor a la visión de una fuerza política, perdiendo imparcialidad. ¿Por qué, por ejemplo, aunque el PAN o el diputado Reginaldo Sandoval, del PT, presentaron iniciativas de LGE, que tampoco están dictaminadas, no se discutieron en el taller de esta semana? ¿No era la actividad para ampliar el conocimiento de lo que se discute? “Es para que suban sus propuestas a la plataforma”. Ajá, hasta el día 31 de agosto se puede subir mi opinión y la tuya, y serán diligentemente consideradas y compiladas para lo que debe presentarse, dictaminarse y aprobarse en semana y media; muy creíble.

La disyuntiva es real y urgente: descontón o participación. Justificar como participación el descontón, inducir una interpretación que favorece a una facción (y que de hecho favorece el acuerdo entre los adultos, aunque ello agravie y bloquee el derecho de los niños) es mal proceder. Y a todo esto, decidamos también en el debate público, como se hace en el taller, si preferimos caer en el sopor y el resentimiento mutuo, acallando el cuestionamiento con autoritarismo o si podemos y debemos conversar de nuestras convicciones, acaloradamente incluso. Eso sí es un taller.

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