Convivir

No nos conformemos con poco para nuestros niños. Porque merecen, porque pueden, porque necesitan y quieren mucho más de lo que ahora se les ofrece, ...
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La evolución de la pandemia es un marco de referencia necesario para las decisiones personales, familiares y de política pública. El coronavirus mutará; no va a desaparecer, y entre la vacunación y los demás cuidados, los hechos indican que lo más probable sea alcanzar un estado de endemia, es decir, una presencia más o menos constante que puede afectar a los humanos con una respuesta inmune, en las generaciones vacunadas, con casos extremos en un mínimo.

Hay un ascenso en los contagios, pero al parecer con afectaciones al organismo de menor gravedad que las de oleadas previas. Vamos a convivir con el virus, y eso significa que los cuidados deben ser constantes y que los ajustes llegaron para quedarse.

Tenemos que aprender a vivir con nuevos hábitos, prácticas y estrategias. Ese aprendizaje (la ventilación, la distancia, el lavado, como entenderse con cubrebocas), la resiliencia para jugar con menos contactos, para aprender a distribuirse las tareas, para no esperar a ser felices hasta que un funcionario diga por televisión si lo somos o ya tenemos su venia para serlo, aprender que nos necesitamos unas a otras para cuidarnos y que sin corresponsabilizarse no vamos a sobrevivir… eso ha sido lo más importante en la educación de la humanidad en los dos años pasados.

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Hay una pérdida grave y alarmante de aprendizajes fundamentales en lo cognitivo y en lo afectivo, así como hay una importante y esperanzadora ganancia en aprendizajes sobre salud y discernimiento ético y cívico. Ninguna de las dos –ni pérdida, ni ganancia– son definitivas y fatales, pues justamente la plasticidad es lo que caracteriza al aprendizaje.

La respuesta al medio que da el metabolismo y el sistema inmune de las personas no es férrea, pero sí es previsible: casi todos nos enfermamos de lo mismo en presencia de los mismos factores. La respuesta al medio que da el aprendizaje es, por definición y en contraste, flexible, adaptativa y subversiva: los humanos aprendemos y superamos nuestras restricciones biológicas. Nos inconformamos. Hacemos que el entorno tome la forma humana, en lugar de resignarse a agarrar la horma de lo que nos topamos. Como en las migraciones, las relaciones románticas y el transporte, el aprendizaje es la dimensión que nos recuerda “si te tienes que achicar para caber, entonces ahí o así no es”. Por eso, por curiosos e inconformes, hemos llegado a volar miles de metros en el aire en cilindros de hierro y sumergirnos miles de metros en el mar con pieles sintéticas y aire individualizado.

Este largo proemio antropológico es para afirmar una convicción política: no nos dejemos conformar con poco para nuestros niños, porque merecen, porque pueden, porque necesitan y quieren mucho más de lo que ahora se les ofrece, desde el ámbito oficial.

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Es una vergüenza que la impreparación y oportunismo de los funcionarios federales les lleve a afirmar que no hay evidencia científica sobre la importancia de la vacunación de niñas y niños. Si fueran una fracción de honestos y veraces debieran decir que están consiguiendo la vacuna, que no lo previeron pero ya lo están remediando… son expertos, eso sí, en salvar cara, pues sin mucho ruido ni gratitud recogieron la donación que envió Estados Unidos para con ello poder poner los refuerzos a los maestros.

No le creamos a los funcionarios cuando dicen que hay protocolos e insumos; donde los hay, es mérito de la autoridad estatal, municipal o de la propia comunidad escolar, significativamente de las y los directores, que han sacado la casta en un país en el que hay que llevar a tribunales –los dos casos en los que como representante legal demando a la SEP, Salud, Hacienda y la Cámara de Diputados– y en los que los jueces han concedido la suspensión definitiva (es decir, la urgente respuesta) para que haya agua potable, cubrebocas, termómetros y sanitizantes en cada escuela, y de un verdadero protocolo federal que sustituya la inadecuada ‘Guía’.

No les creamos cuando dicen que la Escuela es Nuestra ha servido para preparar el regreso; como lo marca la sentencia de amparo que conseguimos, hay mandato judicial para que se corrija la falta de Reglas de Operación de la Escuela es Nuestra, programa con manejo clientelar e irresponsable, inadecuado para una emergencia como la presente, a pesar de que le asignaron 14 mil millones de pesos para 2022 (los 12 mil millones de pesos de 2021, como es patente, ni se usaron con equidad ni ha servido para apoyar a los más necesitados).

El aprendizaje sobre el COVID y contra el COVID, es un aprendizaje vital que se vuelve clave para tener los demás aprendizajes, a pesar del COVID.

Necesitamos consolidar esas respuestas para reducir la incertidumbre, para no dar bandazos y sobre todo para que el desasosiego no les quite a las niñas, niños y jóvenes en México la posibilidad de seguir aprendiendo.

Aprender es un derecho humano universal, con implicaciones de interés superior para la infancia, por lo cual no puede suspenderse ni pausarse. Toda escuela de este país debiera tener capacidad de pasar a modo de contingencia para escalonar si hay un contagio, para hacer recuperación de ruta socioemocional y de aprendizajes fundamentales para cada estudiante, para que la opción no sea entre inseguros en la escuela o desaprendiendo en la casa con la tele. Que no declaren por convivir. Mejor exijamos, especialmente a Presidencia, Segob, Salud y SEP un poco de honestidad. Mejor decir que falta mucho y que convocan al apoyo y al diálogo –no solo a la donación– a decir que todo va bien.

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