Apertura piloto

Toda actividad presencial segura, aunque sea de unos días o unas horas, es un paso adelante para la salud socioemocional...
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Llegó el 7 de junio, y un grupo grande de escuelas en el país abrió sus puertas. En el boletín 113 de la SEP se hace un recuento de las aperturas, y se señala que abrieron 24 mil comunidades (poco menos de 10 por ciento), con 1.6 millones de estudiantes (alrededor de 5 por ciento de la matrícula nacional, tomando como referencia los datos de cobertura nacional del informe presidencial pasado, es decir, del ciclo en el que se inició el cierre). Ayer se informó que, con la vuelta a semáforo amarillo, las escuelas de Veracruz regresan a actividades sólo a distancia.

En muchas escuelas se pueden ver los carteles de aviso sobre la consulta definida por la autoridad educativa, y que –siendo mayoría docentes y familias que respondieron “No” a la pregunta de si consideraban que había condiciones para retomar el 7 de junio– la vuelta a actividades presenciales en el plantel se traslada al inicio del siguiente ciclo escolar, en agosto de este año.

En varios casos esperanzadores, con todo y cierre se ofrecen algunos horarios para asesorías, o se indican actividades recreativas o de contacto en algunas fechas. En resumen: el regreso será un proceso gradual, pautado, tentativo. En sí mismo, no está mal; en muchos sentidos, es el piloto que tal vez se pudo hacer desde semanas antes.

La falta o insuficiencia de suministros o de los arreglos para alistar la escuela, son la preocupación de entrada, y no es para menos. Así como no basta el semáforo verde y la vacunación de las y los profesores, es momento de no perder el impulso y resolver el marcado de distancia en los espacios, pulir el esquema de escalonamiento de la presencia (“mitad de los alumnos un día y mitad al siguiente” no es lo más adecuado para muchas escuelas) y sobre todo para que, además de la logística, se alisten los procedimientos y la convivencia educativa, para estrechar el entendimiento y apoyo mutuo entre familias y docentes. Es hora de distribuir y acordar las responsabilidades de las autoridades y la sociedad en términos de apoyo y financiamiento, de formación y facilitación que se va a necesitar para un ciclo escolar que sea exitoso, aunque extraordinario.

Hacer este piloto de apertura no significa que abrieron las escuelas. El ‘regreso a clases’ nos puede llevar –la fuerza de inercia y la costumbre– a hacernos falsas expectativas sobre una ‘normalidad’ imaginaria. Con todo lo que pasó en estos 15 meses, ya no hay ‘vuelta atrás’; nos conviene a todos pensar en ‘salir adelante’.

Toda actividad presencial segura, aunque sea de unos días o unas horas, es un paso adelante para la salud socioemocional. Toda explicación personalizada, que vaya más allá de devolver una tarea calificada o regresar un trabajo con algún comentario, es un avance. Recuperar la escuela es el paso primero y obligado; vale mucho la pena para empezar a encontrarnos y apoyar tareas para el cierre de curso.

Nadie, a estas alturas, puede negar que para la mayoría de niñas, niños y jóvenes no sólo hay ‘lagunas’ u omisiones en temas del curso escolar actual, sino efectivas pérdidas de aprendizaje. No sólo ‘dejamos de ver’ temas en cada grado, sino que, por la falta de ejercitación y estímulo, privados del proceso grupal cotidiano y de un educador profesional que les conozca personalmente, las y los estudiantes perdieron ritmo, impulso y tendrán retrocesos en lo que antes entendían o podían realizar. Un ‘repaso’ apresurado, displicente, que les apure a captar ‘lo que ya deberían saber’, no va a ser bien recibido ni va a sentar las bases del trabajo en el ciclo escolar siguiente. Es hora de ser honestos y valientes, y pensar que la recuperación y nivelación no va a ser de un verano, o unas semanas a partir de agosto, sino de todo el entero ciclo escolar, y más.

Para recuperar el tiempo, hay que recuperar el espacio. Si tenemos lugar para encontrarnos, si volvemos a consolidar cada grupo y cada comunidad, entonces hay esperanzas fundadas. Hay aprendizajes vitales que sí se lograron y no se deben desdeñar, y los más importantes –autocuidado, autoestima, autorregulación, colaboración– se pueden retomar y hacerlos fructificar. Lo que viene no dejará de ser un esquema mixto de aprendizaje en presencia y a distancia, y para ello los maestros necesitan estar seguros, serenos, apoyados con recursos y materiales, con asesorías y ensayos, más que apabullados con reglas.

Así que en lugar de ‘clases’ a las que se regresa, pensar en actividades de identificación y encuentro que unan y pongan en sintonía a las familias y, especialmente, a las y los alumnos, es un gran proyecto piloto; más que una versión recortada de lo que hubo alguna vez, puede ser un anticipo de futuro que entusiasme a todas y todos.

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